Pienso demasiado. O al menos, eso dicen.
Sonaba el teléfono demasiado temprano para ser una llamada casual, aunque enseguida
pude deducir quién era y para qué me llamaba. Ni pasadas tres horas hubiera esperado
una llamada de nadie, pero su incapacidad para deducir que hay gente que duerme
mientras él deambula por su habitación era más que delatadora para afirmar de dónde
procedía esa llamada. Miré dos segundos el teléfono con resignación antes de descolgar.
-Suerte tienes de haberme pillado despierto-, pensé mientras me dirigía a lo que iba ser sin
duda una conversación muy larga.
David estaba pasando una mala etapa. No tenía la suficiente experiencia para plantarle
cara a sus problemas solo, y yo tenía la obligación moral de resolvérselos, o al menos de
hacérselos más sencillos desde el otoño pasado. Caían las hojas por aquel entonces en el
entierro de su hermana, y desde un tiempo atrás yo siempre le había inspirado bastante
seguridad; ya otras veces le había servido de ejemplo a seguir y eso me incomodaba, al
ver en lo que se podía llegar a convertir. En este caso, supuse que Carmen, su actual
novia, le habría dicho alguna incongruencia demoledora más, después procedería a cortar
todo método de comunicación entre ambos y David habría pasado en vela toda la noche,
intentando descifrar el críptico mensaje de su novia durante varias horas para acabar
llamándome, como si yo trabajara traduciendo jeroglíficos en pirámides recónditas del
mundo para poder ayudarle. -Lo único que querrá es que le diga cuatro bobadas sin
sentido ni base para que olvide ese maremágnum que le está atormentando en este
momento-, pensé.
-Dime…
Me esforcé para que mi tono de voz reflejara la frustración que daría una llamada tan
poco solidaria. Aunque no me costaba nada haberlo dicho con algo de entusiasmo, tenía
la falsa esperanza de que algún día se diera cuenta por sí mismo de lo que pueden llegar a
repercutir sus acciones.
Pero para mi sorpresa, no obtuve respuesta. Un silencio imprevisto hacía temblar todas mis
absurdas hipótesis sobre una conversación que en escasos tres segundos iba a terminar.
En aquel momento sólo se escuchaba al silencio a través del auricular...
[...]
Enhorabuena por el libro.
ResponderEliminarUn abrazo.